Es un árbol originario de China, que fue utilizado de manera ornamental y hoy se destaca y desarrolla por su alto crecimiento.

Entre sus características sobresale su capacidad para resistir a agresiones y absorbe diez veces más dióxido de carbono que cualquier otro árbol y emite grandes cantidades de oxígeno, lo que lo convierte en un aliado con gran potencial para luchar contra el cambio climático.

Con una altura de hasta 27 metros y grandes hojas y vistosas flores, el kiri se popularizó como planta decorativa en Japón, desde donde se extendió a Europa en el siglo XIX.